miércoles, 25 de marzo de 2015

Solo

Desde la mañana de ayer, los medios de comunicación han llenado páginas y parrillas con información referente a la muerte de un centenar y medio personas en el avión de la compañía de bajo coste Germanwings. Durante horas, han lanzado al aire los lamentos que todos sentíamos, sin la menor duda, por la irreparable pérdida de todas esas personas que, la inmensa mayoría, no conocíamos de nada; fallecidas en una ruta aérea que no usamos, dirigiéndose a una ciudad que muchos ni hemos visitado ni visitaremos.
No teniendo ninguna vinculación referencial con el terrible accidente -terrible, sí, pero ajeno- la prensa se ha lanzado a indicarnos qué debemos sentir para ser unos buenos ciudadanos. Mientras tanto, las redes se llenaban de comentarios ofensivos para los fallecidos según su origen y algunos políticos se afanaban en distinguir entre muertos de nacionalidad española o catalana, por ejemplo. Ya se sabe que, a río revuelto, ganancia de pescadores (y de imbéciles, añado)

Yo no he sentido un especial dolor, sí la que considero natural impresión por la muerte violenta y accidental de miembros de mi especie, que será un reflejo del instinto de supervivencia o algo así. Imagino y entiendo el dolor atroz que devora a sus próximos, a muchos de ellos al menos, pero no lo comparto. No puedo hacerlo.

Horas y horas de programación sustentada en la ausencia de datos:"Dado que no disponemos todavía de datos oficiales, pasamos a hablar sobre las horas previas al accidente de un grupo de estudiantes alemanes..." decían ayer por la tarde en TV3; en un tono similar al de ahora mismo en La Sexta, explicando por enésima vez el entrenamiento de los pilotos a la audiencia y a unos tertulianos por completo ignorantes de la cuestión. A esto se le llama especular con el dolor, algo que periodistas decentes deberían evitar en todo momento.
No quiero olvidar la actitud de políticos como Angela Merkel o Mariano Rajoy, con esas caras compungidas por la muerte aleatoria de algunos de sus ciudadanos, cosa distinta, al parecer, a la muerte de miles a causa de los recortes que ellos impulsan, con plena conciencia de sus consecuencias.

Lo dicho, no he sentido un especial dolor, pero sí una profunda repugnancia por la naturaleza humana.Una vez más.