jueves, 6 de junio de 2013

Grrrrrr...

Iba yo en el autobús, esta mañana, tan feliz y contemplando la ciudad, cuando ha subido una monja que, presurosa, ha corrido a ocupar uno de los pocos asientos que quedaban libres. En la siguiente parada ha subido una mujer muy mayor, con evidentes dificultades para mantenerse de pie; yo he mirado a la monja, a ver si se levantaba, para advertirla de la situación y evitarle algún problema de conciencia. La monja miraba por la ventana y yo, más feliz todavía, esperaba el momento de invitarla a honrar sus creencias porque ella, naturalmente, no se movería. La invitaría, la advertiría y la dejaría en evidencia. Después lo explicaría en Facebook.
Pero ha resultado que la monja se ha girado, ha visto a la mujer y se ha levantado; no contenta con el disgusto que me acababa de dar, la católica fundamentalista ha ayudado a la mujer, para que pudiera sentarse con tranquilidad.
Estos religiosos son detestables, sobre todo cuando no me dan razones para odiarlos.