martes, 27 de noviembre de 2012

Elecciones

Las elecciones autonómicas catalanas del pasado 25 de noviembre han hecho evidentes una serie de hechos que merece la pena comentar. Es importante entender que el proceso soberanista no es cosa de Mas, un advenedizo en estas cuestiones.
El catalanismo político nace en el siglo XIX, con el movimiento literario conocido como Renaixença que, a partir de la recuperación literaria del idioma, reaviva el sentimiento de identidad nacional, del mismo modo que el Rexurdimento gallego, por ejemplo.
Surge, también en aquella época, el anticatalanismo como arma política; arreciando su uso a partir de 1898.

Artur Mas era el político más odiado de Cataluña este verano, con serios problemas para frenar el acoso al que le sometía el sector radical de su partido, liderado por el hijo de Jordi Pujol, Oriol, y el consejero de Interior, Felip Puig.
Los recortes salvajes aplicados por su gobierno - un 24% del total de los realizados en España- estaban provocando una contestación contundente de una población casi siempre apática, pero azotada por una crisis feroz; y CiU, que siempre ha manejado con maestría el descontento provocado por sus políticas sociales, enarbolando las banderas necesarias en cada momento, se subió al carro del creciente movimiento ciudadano en favor de una consulta por la independencia de Cataluña.
El clímax se alcanzó durante la manifestación conmemorativa de la Diada del 11 de septiembre, cuando más de seiscientas mil personas salieron a la calle para reclamar la independencia. Los cuadros de CiU tomaron buena nota y se lanzaron en pos de la épica redentora de la patria.
Escenificado convenientemente el desencuentro con el PP, Mas convocó elecciones anticipadas con la petición expresa de una mayoría excepcional.

La campaña electoral, dura y no especialmente limpia, ha soportado la dictadura mediática que ha impuesto CiU en los medios públicos de comunicación y en el mayor grupo de comunicación privada, Godó, a través de las subvenciones. En este punto hay que resaltar la torpeza de Pedro J Ramírez, incansable fustigador de todos los nacionalismos periféricos y reputado conspirador de vía estrecha, con sus denuncias de la corrupción convergente a partir del borrador de un informe policial, que el secretario general del SUP acabó haciendo público el viernes pasado ( ¿?) Ha de quedar claro que hechos de este tipo no han perjudicado nunca a CiU, al contrario.

Los resultados electorales han sorprendido, creo, a todo el mundo: CiU no solo no ha logrado la gran mayoría que ansiaba, si no que ha perdido doce escaños; los recortes y la escasez de pedigrí independentista han pasado factura a los nacionalistas conservadores, que habían dotado a las elecciones de un carácter plebiscitario sobre la figura de Artur Mas, el nuevo líder que debía conducir al pueblo a la tierra prometida. Este planteamiento se ha demostrado erróneo porque Mas es, además de un neoliberal implacable, un niño pijo que cae mal y carece de la inteligencia social de Jordi Pujol, el gran referente vivo de los nacionalistas catalanes.
El PSC ha seguido su particular descenso a los infiernos, a pesar de que la pérdida de escaños ha sido menor de la esperada. Su candidato, alcalde de Terrassa, una ciudad próxima a Barcelona, no ha tenido tiempo de hacerse con el cargo de primer secretario de un partido en descomposición.
La gran vencedora de las elecciones ha sido ERC, una formación que ha rebajado su perfil social para aglutinar muy exitosamente al electorado independentista de todo color ideológico.
Los herederos del que fue mi partido, el PSUC, ahora convertidos a la fe ecosocialista, han aumentado su representación con un lider bastante más capaz de lo que pensaban muchos al principio y, a mi juicio, un excelente programa electoral.
El PP y, sobre todo Ciutadans, han crecido a causa de la movilización del voto " españolista". El partido que dirige Albert Rivera, un joven político muy hábil y ambicioso, se está acercando cada vez más al PP. El tiempo nos dirá cuanto.
También quiero  referirme a la irrupción de una formación de origen municipalista, con un mensaje radical de izquierdas e independentista, que decidió presentarse a las elecciones por primera vez, un mes antes de la cita electoral. Las Candidatures de la Unitat Popular - Alternativa d'Esquerres han obtenido tres escaños con una campaña de poquísimos medios y completamente ninguneadas en los medios de comunicación. Su frescura ha tenido recompensa, nos queda por ver cuánto dura - que personalmente creo que será mucho-.

Finalizo con algunas observaciones: la primera es que no se puede impedir que un pueblo decida sobre su futuro. Me parece imperdonable e injustificable la actitud de los grandes partidos de ámbito estatal, que solo puedo explicar a partir de la escasa madurez democrática de sus dirigentes. Y mucho más cuando hay razones suficientes para explicar España como un espacio posible de convivencia, pero debe hacerse a partir de un discurso progresista que nadie quiere elaborar.
En segundo lugar, no creo que la corrupción haya hecho perder votos a CiU; como en el resto de España, la tolerancia, incluso la simpatía, hacia la corrupción que tienen los ciudadanos, raya en lo patológico. Otra cosa han sido los recortes - brutales- y que el voto independentista haya corrido hacia los más fiables brazos de ERC.
Unas palabras muy breves sobre UPyD: creo que sus ínfimos resultados confirman a este grupo como un fenómeno casi exclusivamente madrileño.
Por último: al margen  de los resultados y del camino que decida tomar libremente el pueblo catalán, nadie puede negar a estas alturas que el sistema político de la Transición está agotado, PSOE y PP ya no están en condiciones de responder a las necesidades de la ciudadanía. Y sus aliados en estos treinta y cinco años, tampoco.