lunes, 26 de diciembre de 2011

Lámparas.

Tengo una pequeña lámpara LED que emite una luz levemente azulada y me permite escribir en penumbra,  algo que siempre me ha gustado, aunque no soy capaz de decir porque la penumbra - o el silencio- me parecen tan confortables. Por no hablar de los días de niebla, la lluvia, el frío, el olor de la tierra mojada, la bella decadencia de Austria-Hungría y Virginia, Malasaña, Gràcia y otras devociones que, por algún motivo incomprensible, yo asocio a la penumbra y al silencio.
Estoy convencido de que, en algún lugar de esta maraña, está la explicación a mi carácter, a mi gusto por la soledad y mi necesidad de compañía, que se complementan paradójica y perfectamente. Una persona que me conoció bien decía que todas estas rarezas eran producto de una sensibilidad prisionera, fue la misma persona que me animó a escribir para exorcizar mis demonios.

No sé muy bien porque he empezado a escribir estas cosas, pero esta noche ha sido de las que paso en blanco y al final he tenido que levantarme a escribir cualquier cosa y beberme un zumo de manzana como mando yo mismo, que para eso soy ateo. A todo esto, no quisiera perderme más de lo que ya estoy, que la prosa narrativa nunca ha sido lo mío, pero el efecto terapéutico de la escritura ya empieza a notarse.
Esto último es algo muy conveniente después de una comida familiar - de mi reducida familia-. Será que tantos años juntos pasan factura y llega un momento en que las cosas deben decirse de alguna manera para no explotar, así que, por ejemplo, yo escribo y me relajo: es la justificación más convincente a pasar la madrugada, desnudando flaquezas, que he encontrado.
No me gusta la institución familiar y envidio a las familias felices. Este es otro de mis ensamblajes emocionales dignos de estudio; un estudio serio que no agote al investigador, ni aburra al investigado. Esto último es muy importante.

Ya noto como la tensión desaparece, a falta de masajes, debo decir que la capacidad ansiolítica de la escritura es asombrosa y buena sustituta de la fisioterapia de la ternura - algo así como el sexo y el chocolate, o el sexo y la política en el caso de Angela Merkel-.

Bueno, pues ya está, ya he dejado ir los residuos tóxicos tan propios de estas fechas señaladas.