viernes, 18 de marzo de 2011

Periodistas


El pasado día 16 de marzo, la periodista Ana Pastor entrevistó al presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, asimismo representante del ala más radical del régimen de los ayatolás.
La entrevista fue un ejercicio brillante de periodismo político - es decir, del que se ocupa de temas políticos-. Ahmadineyad es un hueso duro de roer para cualquier periodista, mucho más si se trata de una mujer. Eso enaltece todavía más el coraje y la determinación de Pastor durante la entrevista, en la que no dejó de buscar el cuerpo a cuerpo dialéctico con  el presidente, logrando ponerlo contra las cuerdas en varias ocasiones.
Las limitaciones temporales  fueron el único obstáculo para la entrevistadora, que no pasó por alto ninguno o casi ninguno de los temas candentes de la región o de la propia República Islámica de Irán, desde la crisis revolucionaria del mundo árabe, a la situación de los derechos humanos en Irán.

No quiero incidir en los temas tratados; mi intención es hacer notar la relevancia del trabajo de Pastor, sin duda una de las mejores en uno de los géneros más difíciles de la información: la entrevista.
Formada en la órbita de Iñaki Gabilondo, Pastor tiene una larga trayectoria profesional a su espalda y su dureza de fondo en las entrevistas es conocida por toda la clase política española.
El verdadero valor añadido del trabajo de la periodista es el de devolver al periodismo su carta de naturaleza, la de hacer llegar a la ciudadanía la realidad que la envuelve de una forma honesta y veraz, sin disfrazar la ideología de información, lo que no quiere decir sin criterio.

El periodismo en España ha caído en el más absoluto de los descréditos, por la conversión de los grandes grupos de comunicación en corporaciones empresariales con los intereses propios de éstas. También por el desplome del nivel de exigencia que este país tenía al inicio de la Transición, permitiendo que la banalidad se haya instalado en casi todas las actividades intelectuales, no siendo el ejercicio periodístico una excepción.
De hecho, puede comprobarse en no pocas de las opiniones vertidas en relación a la magnífica entrevista  del pasado miércoles, que concedían más valor al hecho de la caída del pañuelo que cubría la cabeza de Pastor, totalmente fortuito como ha reconocido al propia periodista, que al excelente tono del trabajo.
Por no hablar de los comentarios sobre lo guapa que estaba la periodista "pese a todo"; burdos intentos de desmerecer un gran momento del periodismo político y mantener ese tono banal al que me he referido antes.

Ana Pastor es un ejemplo para muchos jóvenes estudiantes de Ciencias de la Información, que deberían dejar de mirarse en los mucho más nutritivos y rentables modelos de muchos periodistas deportivos o de sociedad, por poner dos ejemplos claros.
Ella es el ejemplo y a ella le expreso mi admiración y respeto.