martes, 19 de octubre de 2010

Nihilista/Onanista/Surrealista

Yo no podría recitar un poema adecuadamente: no tengo voz ni entonación. Mis padres no quisieron llevarme a una escuela de arte dramático o al logopeda. Me hubiera gustado una voz como la de Jordi Boixaderas, tan recia. Me hubiera gustado mucho, pero no ha podido ser.

La semana pasada, cuando la nevada, traté de escribir un poema sobre los copos de nieve que pudiera ser recitado en un teatro: era tan malo que lo destruí en el triturador de papeles. No era una cuestión de voz, no, era cuestión de pereza y falta de inspiración, las grandes compañeras de todo el que trata de ser escritor sin esfuerzo.

En un escenario blanco, completamente blanco, deberían llevarse a cabo recitales de poesía de autores desconocidos. Los rapsodas podrían ser estudiantes de logopedia, algún actor en ciernes o en declive y, tal vez, algún que otro filólogo que amase la poesía. Un antiguo matadero municipal, reconvertido en centro cultural, sería el lugar más adecuado para la representación. Los poetas y las poetas, o viceversa, podrían finalizar el espectáculo masturbándose los unos a los otros.

La falta de talento y el insomnio, provocan un acercamiento a las vanguardias o la majadería, disfrazadas de cualquier cosa que plazca a los críticos de Babelia.

Este texto lo publiqué en marzo, pero lo recordé después de una conversación sobre la creación literaria con una devota del oficialismo cultural, que cree firmemente en el arte banalizado,  sostenible  y de exquisito diseño . Quiero decir con esto, que es de las que cree que Almodóvar es un gran cineasta y Ray Loriga un gran escritor, olvidando a Erice, por ejemplo.
Ha muerto, hace unos días, Miguel Ángel Velasco, el gran poeta mallorquín del que nadie hablaba:

A cuatro días de morir el viejo
Me he ido, solo, a bailar
-a cuatro días, ni uno más ni uno menos-,
a una gruta de esas:
luces estroboscópicas y músicas de trance.
Pensando en el albur
de encontrarme de nuevo a los dos rusas
de la estancia pasada, Ira e Inna,
de una ternura audaz, y repetir
aquello tan conforme de los tres en la cama,
mirándolas beberse en los desmayos
de mi virilidad. Olvídate,
ya no las verás más a Ira e Inna;
recordarás tan sólo, agradecido,
esa lujuria santa.
Mientras ya van tres cápsulas
de Semilanceata,
esos hongos salvajes
que te aceitan las vértebras. Y bailas,
bailas como un poseso
a los treinta y cinco años de tu edad,
con los ojos cerrados,
enhebrado en el ritmo,
multiplicado en brazos y figuras
como un derviche ido.
Contra la muerte bailas, contra la puta muerte,
por ese bulto rígido de tu viejo en el féretro,
por su rostro amarillo.
Si algo quieren que vengan las bacantes,
que se planten delante,
a ver si alguna hay que también baile
contra la muerte hoy,
multiplicándose en fatalidad,
descoyuntada en varias,
haciéndose una lámina vibrante
herida del destino,
puro mimbre... si no
para otra bailaré. Porque esta noche
contra la muerte bailas,
como un fragmento suyo desatado,
como su cola eléctrica, amputada,
de lagarto amarillo.

Mallorca Revisited, de Miguel Ángel Velasco.