viernes, 26 de marzo de 2010

Carretero

El borrador electoral del partido independentista Reagrupament, deja muy claro el modelo de país que buscan los nacionalistas. Cierto es que algunos, como CiU, pretenden una relación privilegiada con España, para que los empresarios afines no pierdan volumen de negocio, que es una vieja tradición de la burguesía catalana: utilizar la presión política para su beneficio económico.

El nacionalismo moderado ya no tiene a un pragmático con ascendiente e influencia, como Jordi Pujol, al frente; Artur Mas no deja de ser un advenedizo, sin pedigrí patriótico, que supo ganarse el aprecio de Pujol y el de su esposa Marta Ferrusola. No quiero insinúar nada con esto: el matrimonio Pujol- Ferrusola acabó dirigiendo Cataluña como una empresa familiar, en uno de los más surrealistas ejemplos de confusión entre lo público y lo privado, que puede recordarse en la vida política de la democracia española.
Mas no está en condiciones de controlar a los más exaltados y, con evidente irresponsabilidad, pretende pescar votos en sus caladeros.

No hay nada ilegítimo en la opción política nacionalista, siempre y cuando se defienda con la palabra exlusivamente y en sede parlamentaria, pero el nacionalismo que se engendra es el xenófobo y militarista de Carretero, no el de los patricios barceloneses - como Pujol o Maragall- que lo han controlado durante los últimos treinta años. Con la promesa de convertir Cataluña en la Suecia del Sur, la están llevando en volandas a querer convertirse en un nuevo Israel.