domingo, 28 de febrero de 2010

28 de febrero a las 17:42

La muerte debería ser un trámite, un mero acto aséptico e indoloro que llegase tras una negociación razonable del tiempo disponible - el que nos hace ser lo que somos, como diría Caballero Bonald-.

Yo he pensado con frecuencia en la muerte, incluso en el suicidio, lo hago todavía, y, en algún momento, sólo me ha detenido el miedo al dolor o al ridículo: por eso la muerte y el amor se parecen tanto; acaban siendo las dos caras de la misma moneda.

Tal vez, en el amor, también sería deseable una abierta negociación sobre los deseos y las posibilidades de llevarlos a cabo, aunque eso nos situaría lejos de muchas cosas también necesarias, como la emoción y la ternura. Es cuestión de valorar las compensaciones.