sábado, 2 de enero de 2010

Justicia

Sebastián Maldonado había jurado,junto al lecho de muerte de su madre, odio eterno a los Vázquez. Dedicaba cada uno de sus días a mantenerlo alimentado.
Como juez no había hecho otra cosa que perseguirlos, año tras año, consumido por esa fiebre, sin poder dormir,siempre irritado, sin paz ni amigos; hasta que Cristina Vázquez, destacada cirujana, fue injustamente acusada de la muerte de una paciente deshauciada y se cruzó en el camino del juez Maldonado. Sebastián pensó que era hermosa hasta el silencio, que la quería a su lado durante toda su vida y la absolvió con una sentencia impecable.
Aquel día se abrazó con cada uno de sus compañeros, embargado por la felicidad y, finalmente, durmió como un niño. A la mañana siguiente le escribió a Cristina la primera carta de amor de su vida, desayunó bien, fue al cementerio para pedir perdón a su madre por haber traicionado el juramento y se pegó un tiro.